Los síntomas nucleares del trastorno;  dificultades de autorregulación en  la capacidad de mantener la concentración, el control de impulsos y el grado de actividad  motriz, tienden a estar presentes a lo largo de la vida pero van modificándose con la edad  y añadiendo complejidad al cuadro si no se detecta  y se trata pronto.  La  expresión clínica cambia en función de la presencia e intensidad de síntomas, las etapas del desarrollo, el género del afectado y  los trastornos asociados.

Los pacientes adultos y jóvenes manifiestan los síntomas nucleares de manera distinta a los niños, mientras que la hiperactividad infantil se transforma en inquietud interna, desasosiego o dificultad para relajarse, en el adulto la impulsividad motora de los primeros años pasa a ser más verbal y se refleja en la falta de paciencia, el temperamento explosivo de los jóvenes y adultos. La inatención es el síntoma con mayor persistencia en todas las etapas evolutivas y en las niñas la presentación predominantemente inatenta es usual.  La presentación clínica en los adolescentes y adultos es más heterogénea y compleja, con frecuencia presentan mayor número de trastornos asociados.

Las acciones dirigidas a moderar la intensidad de los síntomas durante la infancia y la adolescencia favorecen una evolución positiva del trastorno de ahí la importancia del diagnostico temprano y el tratamiento precoz. La gravedad de los síntomas presentes en la infancia es un eficaz predictor de la persistencia del trastorno en la edad adulta

Factores determinantes en la evolución de los síntomas;

  • Intensidad de los mismos
  • Precocidad del diagnóstico
  • Tratamiento adecuado
  • Implicación del entorno (desregulación neurobiológica producida por factores ambientales)
  • Recursos médicos , académicos y terapéuticos disponibles

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